Singularidad

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Hay algo en la soledad de las cosas que las hace mágicas y deseables; como si en el fondo compartiéramos la misma melancolía de sentirnos también ausentes de la vida de los otros.
Observamos el mundo como si nos perteneciese únicamente a nosotros, no lo compartimos, no tenemos que hacerlo. Somos parte de una singularidad absoluta, de un camino que va borrándose a medida que lo recorremos. Sólo el presente como algo constante que nunca es lo mismo, sólo el momento efímero y distinto, condenado también a una soledad que finalmente es exquisita.

Nuestro video

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Slide show - PERU

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Immortal love

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En un susurro apagado oigo un nombre inequívoco, lo dejo estar en mi boca sedienta mientras un atisbo de luz se mece sobre mi mirada entristecida. Dando pasos absurdos hacia ti aunque no estás en ninguna parte todavía existo y te siento llegar aunque es mentira.
Una sonrisa en un desierto de miradas impenetrables es un oasis que lleva tu nombre. Un perfume dulce y lejano es tu piel tibia rozando la mía para enloquecerme. Estás y no estás, eres y no eres. De pie sobre mis dudas oscuras me doy cuenta de lo que el amor significa cuando no estás a mi lado. Extrañar es la forma dolorosa de querer y siempre hay un tiempo para eso, hoy me doy cuenta aunque no pueda decírtelo.

"PARÍS" de Daniel Mariscal Flores

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Antes de ayer, 15 de julio a las 19:30, se inauguró mi exposición fotográfica titulada "París" en el auditorio Christian Valbert de la Alianza Francesa de Cochabamba. Fue una experiencia absolutamente nueva donde pareciera que mi espíritu quiso dar todo de sí al punto de que mi cuerpo apenas pudo seguir el paso. Toda la organización requirió más tiempo del que había pensado y los arreglos finales se hacían interminables a medida que las horas pasaban. Finalmente todo estuvo listo gracias a la ayuda valiosa de algunas personas que yo aprecio muchísimo y a quienes les debo el éxito de la inauguración.
Toda la gente maravillosa que estuvo ahí y se quedó a darme ánimos es para quienes escribo esto ahora.
Me alegra ver que, finalmente, la imagen que tenía en mi mente coincidía inequívocamente con aquella que tengo ahora frente a mis ojos. Sentado en la galería vacía, contemplando las imágenes que están ahí para ser observadas me pongo a pensar en el interminable afán de lo siempre perfecto, me dedico a contar los momentos y es como si yo no lo hubiera hecho, como si de pronto luego de cerrar y abrir los ojos ahí estuviera todo simplemente porque lo desee muy fuerte y que esa sensación de cansancio todavía presente es nada más para que crea que yo fui el hacedor.
Supongo que los milagros tienen nombres y vidas comunes que se van mezclando en las calles de las ciudades también humanas, si no hubiera sido por eso yo me hubiera quedado en esta misma galería, pero vacía ella y vacío yo también.

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Levitación I

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Un hombre vestido de gris y pañoleta negra al cuello atraviesa el pueblo apretando en la mano izquierda tres nudos de un hilo blanco y tan delgado que a momentos desaparece ante los ojos sorprendidos de los niños que ahora lo siguen boquiabiertos mirando muy alto. El traje de jerga oscura se detiene de pronto y deja caer sobre los pequeños unos ojos desdeñosos y melancólicos; respira hondo como un animal cansado y vuelve a marchar oculto su rostro bajo un sombrero de copa viejo y polvoriento. Sus pasos largos y pesados resuenan en la callejuela dorada de sol atardecido. Las personas se detienen a medida que el hombre avanza y lo miran de pies a cabeza, siguen los hilillos ahora hechos de oro y ahí arriba se quedan contemplando asombrados el curioso fenómeno. Detrás de él, una comitiva infantil camina también en silencio. Ni una palabra, ni un susurro escapa de ese tiempo espeso. sólo de vez en cuanto un ligero tintineo resquebraja el abismo y los murmullos corren y se detienen de nuevo y ahí arriba los objetos cotidianos de una vida también cotidiana giran lentamente flotando inalcanzables; los cubiertos brillan dorados tratando de escapar, atados a una realidad que no les corresponde, privados de su mágica gracia in extenso.
Se detiene, de pronto todo se detiene, también sus pasos ya cansados, mira a su alrededor; todo el pueblo ha salido a ver lo que sucede. Ya sin saber a dónde ir, levanta la mano enorme hecha un puño, lentamente la deja abrirse y los hilillos se escapan después de hacerle una cosquilla fugaz. Los cubiertos, como globos delicados, van alzando el vuelo y golpeando de vez en cuando y lo único que baja es el tin-tin agudo ya casi transparente. La gente no termina de creerlo, no habla, no baja para nada la mirada hasta que el enorme costal con sombrero de copa empieza a alzarse también en una levitación que no termina. Al alcanzar cierta altura, el sol lo abraza y lo envuelve en un aura inmaculada; sigue alejándose dulcemente mecido por la brisa tibia que ahora lo dirige. Ya luego, cuando su traje gris es apenas un punto negro en el cielo rojizo, la gente regresa a casa en silencio para terminar de preparar la cena, los niños vuelven a la plaza persiguiendo esa primera luciérnaga de la noche y nadie recuerda más el extraño caso que acabo de contarles.

Tiempo

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Miro el tiempo detenidamente, cada uno de sus detalles tribiales y monstruosos, sus ausencias, sus repeticiones incansables, cada uno de sus caprichos yendo y viniendo a lo largo de mi vida tan efímera; lo veo así abstracto pero aún real e hiriente, veo cómo se me escapa de las manos mientras más intento contenerlo. Mis manos, llenas de esa sensación de eternidad van envejeciendo ante mis ojos; se quedan vacías, se quedan solas extrañando esa tibieza que ahora tampoco las habita.

Deep inside

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Contemplar el mundo por el visor de una cámara es como una retrospectiva oscura hacia uno mismo, hacia lo que se es, hacia lo que hace falta, hacia lo que se quisiera decir. En esa ruleta rusa de coincidencias nosotros somos sólo una pieza más girando y cayendo y volviendo a girar hasta que todo se orquesta en una sincronía perfecta y hasta malévola. De ahí nace ese algo que trasciende la propia emoción humana y que se va colando por los ojos de los visitantes que se quedan sin aliento al contemplar lo que atrapamos cuando salimos de noche y le cantamos a la luna.